ESPERANZA Y RENACIMIENTO

La esperanza siempre ha estado presente en mi vida, ha sido el empuje y motor de muchos días en los que me hubiera apetecido perderla. Por ello me parecía que hablar de la esperanza era la mejor manera de empezar este camino.

Esperanza es un nombre propio femenino de origen latino. Tal como el propio nombre indica, su significado es esperanza, deseo de un futuro mejor.

El verde es el color de la esperanza, un color secundario, fruto de la unión del azul y el amarillo. En las teorías antiguas de los colores, el verde se consideraba un color primario, cabe destacar que estas teorías no clasificaban los colores por su origen, sino por efecto psicológico y en nuestro simbolismo el verde es un color elemental. Para los romanos el verde era el color de venus, la diosa de los jardines, las huertas y las viñas. Para los griegos venus, afrodita era la diosa de la belleza y del amor.

La vinculación del verde con la esperanza la consideramos habitual en occidente, pero no existe en todas las culturas. Así, en el mundo oriental, este color aparece relacionado con la armonía y el equilibrio.

Tener esperanza es creer que el destino puede cambiar. Es confiar en que se va a tener suerte. Es estar convencido de que hay soluciones. Es un sentimiento positivo relacionado con la espera. Tener esperanza impide que caigamos en el desánimo, en la depresión y que demos algo por perdido. Cuando la pierdes, dejas de involucrarte con tu objetivo, pierdes el interés y no inviertes el esfuerzo, el trabajo ni la creatividad que requiere la situación.

Esperanza viene del latín “sperare”, que significa esperar. Tener esperanza es esperar soluciones. Entre las fortalezas humanas que nos permiten estar fuertes frente a la debilidad emocional, se encuentran el optimismo, las habilidades sociales, la honestidad, la ética, valores como la perseverancia, la capacidad de disfrutar y fluir y la esperanza. Esperanza y psicología positiva forman parte del mismo equipo. Durante muchos años, la psicología se ha dedicado a estudiar por qué enfermamos, la vulnerabilidad del que se deprime o tiene ansiedad, y a aliviar el sufrimiento y tratar la enfermedad. Su objeto de estudio ha sido lo que no funciona. La revolución de la psicología positiva ha sido investigar lo contrario: ¿Por qué hay personas que en situaciones adversas, con problemas graves, con pocos recursos, siguen manteniendo un espíritu positivo, siguen sonriendo y son capaces de disfrutar de lo que tienen en lugar de añorar lo que les falta? Tenemos mucho que aprender de las fortalezas, de las experiencias positivas y de lo que nos protege frente al daño y el dolor. Y que esas habilidades y actitudes de las personas “sanas” pueden servir de modelo de conducta y generar nuevos patrones para las personas vulnerables al sufrimiento.

Tener esperanza puede ser un hecho activo o pasivo. Puedes confiar y esperar que todo cambie o puedes intervenir y protagonizar el cambio. Ambas influyen de forma positiva, pero el control y la seguridad son mayores cuando participas en la construcción en tu destino. Una persona con esperanza activa:

– Espera cosas buenas del futuro, con lo que la atención está puesta en ver oportunidades.

– Aprovecha las circunstancias e interviene en las ocasiones que le brinda su entorno.

– Busca en qué medida lo que le ocurre depende de ella, es decir, tiene un locus de control interno. Su éxito y fracaso dependen de ella.

– Confía en su capacidad, sus recursos y su talento.

La esperanza se puede cultivar, solo hace falta seguir unos sencillos consejos:

1. Decide qué significa tener esperanza para ti. Es un concepto gris, ni blanco ni negro. Para unos puede tener un significado y para ti, otro. Define qué esperas y ponlo por escrito.

2. Recuerda que puedes hacer todos los cambios que te propongas. Tienes y tendrás capacidad de aprendizaje toda la vida. Tú puedes intervenir en tu destino.

3. Pide ayuda, no estás solo. Hay muchas personas que te puede ayudar pero necesitan conocer tus necesidades. Rodéate de personas que te den apoyo. Sentirte querido, protegido y escuchado ayuda a mantener el ánimo. A veces estamos tan ofuscados en nuestro problema que nuestra mente no sale de la zona confortable para buscar soluciones. Se nos ocurre lo mismo y no vemos más allá. Contar con apoyo y con una mente que piensa de forma distinta a la nuestra puede darnos ideas que jamás hubiéramos pensado.

4. Elabora planes. ¿Cómo te gustaría que fuera tu vida? Visualiza qué ves, dónde te ves y qué necesitas para llegar allí. Recuerda que siempre hay algo más que se puede hacer. La idea de «no es posible, esto se ha terminado, no puedo hacer nada» te limita e impide ver soluciones.

5. Entrena tu creatividad. No encuentras soluciones no porque no existan, sino porque igual analizas el problema desde un punto de vista muy limitado. Solemos analizar los problemas desde nuestra escala de valores, experiencia y visión del mundo. Pero existen más alternativas.

6. Analiza qué parte de la vida es controlable y cuál no. Así podrás centrarte en lo que depende de ti.

7. Cuídate y trabaja tu autoestima. La esperanza se sustenta en los recursos y la experiencia que tenemos. Por ello cuidar tu autoestima es parte fundamental para tener esperanza. Busca en tu pasado momentos de superación y de aprendizaje que puedan servirte en el ahora.

8. Elige tu entorno. La esperanza también depende de la confianza que nos inspira nuestro alrededor. Los profesionales que nos atienden, los recursos de los que disponemos, los avances de la ciencia, etc.

9. Involúcrate en acciones desinteresadas. Busca participar en algún voluntariado y actúa de apoyo para otros. Cuando trabajas tu altruismo, tu visión cambia. Te sientes mejor contigo mismo y mejora tu nivel de bienestar y compromiso.

10. Practica hábitos de vida saludables que te ayuden a tener un buen estado de ánimo. Descansa, come de forma sana, cuida tu higiene, practica ejercicio, ríe y ten tiempo para ti. Cuida de tu físico, tu mente y tus emociones. La ansiedad y la tristeza impiden evaluar lo que nos ocurre con objetividad. La relajación y la meditación te aportarán serenidad y paz.

Tener esperanza no puede confundirse con felicidad. La esperanza es un estado superior. La felicidad puede ser una consecuencia de sentir esperanza. La idea de que algo bueno va llegar, confiar en eso, algo bueno en lo que tú te puedes involucrar, promueve un estado saludable fortaleciendo nuestro sistema inmune, evitando la respuesta de ansiedad que se genera cuando nos sentimos indefensos ante las amenazas y mejorando nuestro estado anímico.

“Hoy es siempre todavía”. Antonio Machado

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